No fui tuya.
Ni soy mía.
Fui ese corazón que rompí una vez,
dos veces,
esa batalla perdida que me empeñé en luchar,
para acabar perdiendo, aunque,
cariño,
no mereciste tanto la pena.
Soy el parpadeo de los faros de un coche
antes de estrellarse.
Y soy la colisión de después.
Soy los restos de un verano que se cargó el invierno.
Y se quedó a vivir,
en mí.
Y qué putada, ¿eh?
Porque después me convertí en el tiempo que hay
desde que te tiras del acantilado
hasta que te ahogas en tu propia mierda.
Y también en el tiempo que dejarías que invirtiese
navegando
por tu espalda.
Aunque, todo eso pierde sentido,
porque soy del reloj que no tengo.
(Pausa)
Joder.
Soy el monstruo que dormiría a tu lado,
el que acojonaría al que se esconde
debajo de tu cama.
Soy la poesía que escribo,
pero no soy poesía.
Soy lo que no buscas y aparece de la nada.
Soy la nada que forma parte de un todo.
Un todo que todavía nadie ha sido
capaz
de ver en tus ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario