jueves, 5 de febrero de 2015

No lo entienden.

El espejo está ahí, pero tú no.

No, no te digo a ti.
Deja de leerme, escribía conmigo misma.

Continúo.

¿Por dónde iba?

Ah, joder. Otra vez.

La luz del salón se ha fundido y nadie me enseñó a leer entre líneas con la mirada apagada.

Y voy a tener que incendiar el libro para poder verte las ojeras por última vez.

Porque el marcapáginas me lo dejé en el cuarto de al lado y un cuarto de lo que escribo está manchado de sangre; el resto son dagas.

Y dan ganas de coger y empezar a vivir, a veces.
Durante 20 minutos.
Después de medianoche.

Pausa.

Un " te quiero" tiene ocho letras y un "te odio" seis.
Y los dos duran un segundo en cualquier boca
y cualquier boca tarda un segundo en pronunciar cualquiera de los dos.
Y los dos van de la mano con el Amor y somos imbéciles por pensar que no es así.

Y somos todavía más imbéciles cuando pensamos que uno gana al otro y en realidad siempre quedan en empate.

Igual que quedaron sus dudas.

Aunque acabó yéndose con el dolor de su vida.
Pero sé que gané yo porque sostuve a las bestias.

Aunque tampoco lo tengo tan claro.

Esto me recuerda a cuando salgo a buscarme y me encuentro en mitad del túnel, y la luz que hay al final siempre de vacaciones.

Pues eso, que aún no ha vuelto la luz.
Sigue estando oscuro y yo ya no sé ni qué incendiar ni qué esperar.

Y para colmo he bajado las persianas, porque los ojos lo son todo y yo no quiero ni mirarme.

Que tengo toda la vida para matarme.

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