El espejo está ahí, pero tú no.
No, no te digo a ti.
Deja de leerme, escribía conmigo misma.
Continúo.
¿Por dónde iba?
Ah, joder. Otra vez.
La luz del salón se ha fundido y nadie me enseñó a leer entre líneas con la mirada apagada.
Y voy a tener que incendiar el libro para poder verte las ojeras por última vez.
Porque el marcapáginas me lo dejé en el cuarto de al lado y un cuarto de lo que escribo está manchado de sangre; el resto son dagas.
Y dan ganas de coger y empezar a vivir, a veces.
Durante 20 minutos.
Después de medianoche.
Pausa.
Un " te quiero" tiene ocho letras y un "te odio" seis.
Y los dos duran un segundo en cualquier boca
y cualquier boca tarda un segundo en pronunciar cualquiera de los dos.
Y los dos van de la mano con el Amor y somos imbéciles por pensar que no es así.
Y somos todavía más imbéciles cuando pensamos que uno gana al otro y en realidad siempre quedan en empate.
Igual que quedaron sus dudas.
Aunque acabó yéndose con el dolor de su vida.
Pero sé que gané yo porque sostuve a las bestias.
Aunque tampoco lo tengo tan claro.
Esto me recuerda a cuando salgo a buscarme y me encuentro en mitad del túnel, y la luz que hay al final siempre de vacaciones.
Pues eso, que aún no ha vuelto la luz.
Sigue estando oscuro y yo ya no sé ni qué incendiar ni qué esperar.
Y para colmo he bajado las persianas, porque los ojos lo son todo y yo no quiero ni mirarme.
Que tengo toda la vida para matarme.
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